Pensar en la buena o en la mala suerte es como detenerse y dejar de reflexionar en uno mismo; es perder la brújula en el viaje interior de nuestros deseos y sentimientos abandonando la esencia misma de nuestro poder creativo y vital que tiene el verdadero ser.

Dejar de creer en nosotros mismos y deponer las armas que defienden el sustento de nuestra confianza es cuando decidimos apostarle todo a lo que es la buena o la mala suerte.

Se deposita toda una energía a la potestad externa de factores que muy difícilmente podemos manejar o controlar; aquí puede surgir el temor o el miedo y empezamos a buscar situaciones u objetos que se acomoden a ciertas formalidades con tal que logremos modificar “esos factores externos” para otro tipo de suerte.

¿Qué es contar con la fortuna o la estrella que guíe nuestros pasos?, ¿qué importancia tiene el azar, el sino o la ventura de nuestros destinos?; son entre muchas tantas preguntas que nos hacemos para tratar de averiguar a que dirección nos acogeremos en el transcurrir de nuestro camino.

Sea cual fuera la respuesta a cada uno de los cuestionamientos que nos hacemos constantemente frente a las vicisitudes de la vida, debemos meditar primordialmente en los verdaderos valores que componen nuestra existencia. No nos podemos perder en un intrincado sinnúmero de explicaciones que definan o aclaren el porque de tal o cual resultado, reflejando fenómenos que escapen externamente a nuestro control.

Si nos ubicamos muy bien en nuestro contexto con una virtuosa disposición o preparación y aprovechando el día crítico que se nos presenta con todas nuestras convicciones internas, lograremos desempeñar con mucha fortaleza, las variadas ejecuciones que tengamos para librar en el campo que hemos elegido en la escena de nuestro acontecer y realización diaria. Tener muy claro el objetivo de nuestros propósitos contando con las oportunidades que se nos presenten vamos a dejar a un lado todas aquellas teorías que nos hablen de la buena o de la mala suerte. Todas esas teorías deberíamos dejarlas en profunda paz. El amuleto seremos nosotros.

Confiaremos solo en nosotros. Considero que las opciones que nos da nuestra espiritualidad también nos suministrarán una brillante luz en el faro de nuestro quehacer. Sea cualquiera de las creencias religiosas a las que pertenezcamos, la búsqueda de Dios, también nos arraigará en el poder interno de la constancia y el conocimiento para obtener plena seguridad en la labranza de nuestra aventura.

Más bien son afortunados aquellos que no piensan en la buena o en la mala suerte; ellos se han librado de la necesidad de buscar justificaciones donde no existen y no sienten esos temores que pueden enredarlos en aspectos ajenos a sus capacidades. Están independientes para la creatividad y para la exploración de todas las posibilidades y que no están sujetos a las cadenas que la suerte coloca como una trampa que impide reconocer nuestros verdaderos valores internos.

Si nos estamos privando de nuestra responsabilidad es muy fácil caer en los temas de la suerte. Y si hacemos esto, estamos desconfiando de nuestras capacidades y virtudes que todos, absolutamente todos, tenemos en el papel de nuestras actuaciones. Si solo pensamos en la suerte es porque algo no funciona bien. No pensar en ella es lo mejor que podríamos practicar. Si no pensamos en los recovecos que trae la suerte, es porque andamos en el camino correcto. Ese es el camino de nuestra verdad y es el crecimiento real de nuestro poder interno y que todos poseemos pero que muchas veces no lo descubrimos.

No es la buena o la mala suerte; es nuestro trabajo y es nuestra firme persuasión en que la fe nos conduce por la vereda de la verdad y que nos ayudará en el encuentro con nosotros mismos.