Las manchas en la cara se producen por aumento del pigmento en la piel. Las más frecuentes son de dos tipos: Melasma más grandes como mapas y Léntigos más pequeños como lentejas. En el melasma hay que recurrir al tratamiento con cremas y en ocasiones al láser Fraxel. Para los léntigos el tratamiento más efectivo es usar diferentes tipos de láser y equipos de luz pulsada intensa (IPL).  

Las manchas en la cara pueden ser también de origen cicatricial como las que dejan el acné o las que acompañan las cicatrices. En estos casos el láser Fraxel ofrece buenos resultados. 

Las manchas en la cara de origen pigmentario se empeoran invariablemente con la luz solar o artificial bien sea por exposición local o general. Por lo mismo ningún tratamiento que no enfatice en la protección solar dará buenos resultados a largo plazo. 

Otro aspecto en el tratamiento de las manchas en la cara de origen pigmentario es la aplicación prolongada de despigmentantes. Los despigmentantes deberán usarse siempre que sea posible pues no solo producen un efecto de aclaración sino además mejoran y prolongan la respuesta al láser.  

El manejo con láser de las manchas en la cara es también prolongado puesto que una vez se instauran requieren el uso secuencial de diferentes equipos y solamente se conseguirán a largo plazo resultados cuando se demuestre que realmente se están alargando los periodos de mejoría o desaparición de las manchas sin tener recurrencias.  

El objetivo del láser es conseguir cambios reales que reorganicen los tejidos con las manchas y se regeneren sin incluir más pigmentación que la normal. Esto es válido tanto para el melasma como para los léntigos. Pacientes de piel más oscura siempre requieren más énfasis en cremas que en láser. Pacientes de piel más clara responden mejor al láser, lo cual nos hace pensar que mayor capacidad de producción de melanina requiere mayor contención con cremas.

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